El Plantón

ESCRITO POR GIGI
Quedas en reunirte con un amigo en algún lugar, se fija una hora, pero el amiguito llega media hora, una hora, dos horas más tarde o nunca llega. ¿A quién no le ha pasado? Tú lo llamas como desesperada, y él o no contesta o está en un área en la que su celular no tiene servicio, como siempre los celulares acortando distancias y facilitando comunicaciones, viva le tecnología, siempre funcionando.
Al ver que ya es tarde, y que no hay poder en el mundo que lo haga contestar el celular, llega la etapa en la que te preocupas, viene a tu mente todo lo que pudo haberle pasado, entiéndase algo lo suficientemente grave, como para no haber llamado y avisarte que iba tarde o que no iba a llegar. Inmediatamente después, te ataca la etapa del enojo, ésta es cuando ya no te importa si se murió su perro y lo está enterrando, si lo ves, le decís hasta de qué se va a morir, en está usualmente, se lanzan algunas maldiciones al aire. Pasadas estas dos etapas, llega la calma, se acepta el plantón con dignidad y resignación. Algunas veces cuando estás a punto de irte, se aparece el amiguito sonriendo de lo más campante, pero hay veces en las que el amiguito nunca llega.
Primero hablemos del caso en el fulanito sí llega, al verlo, sin importar cuán superadas creas que están las etapas antes descritas, se da una regresión a la primera y el enojo vuelve. Se te suben los colores y exigís una explicación lo suficientemente buena, si no la obtienes, el amiguito tiene un encuentro cercano con tu lado obscuro, sí con ese al que él nunca hubiera querido conocer. Entonces, está allí, sorprendido por tú según él, “exagerada reacción”, pues qué es una o dos horas tarde. Resulta que la explicación es un solo chorro de babas, lo que sería algo así como, que llegó tarde por que se le olvido, por qué se quedó dormido, y mi favorita, cuando ponen cara signo de interrogación, con el fin de hacerte creer que no tienen ni idea de por qué estas tan molesta, y preguntan: “¿No quedamos a ésta hora?”. En estos casos, sería preferible quedarse sin explicación de la tardanza.
En el anterior caso, al menos se tiene el consuelo de que el sultanito llegó, pero hay casos dónde no se aparece y te toca quedarte como novia de pueblo, dicho vulgarmente, vestida y alborotada. Cuando te topas con una situación de este tipo, no queda más que resignarse y tomarlo con sabiduría. Es típico, que no se sabe nada del susodicho, hasta que llegas a tu casa o estás camino a esta. Dicho y hecho, entrando a tu casa, suena el celular, al ver que es él piensas en no contestar, pero al final contestas. Hablas como si nada hubiera pasado, pero pierdes la compostura cuando él se atreve a preguntar, por qué no estás en el lugar que acordaron, pues él tiene ya diez minutos de estar esperando. Es en este punto, cuando ya no puedes más, cuelgas el celular de la maneras más brusca posible, para que él se dé cuenta de que fue con toda la intención. A los dos segundos, empieza a llamar como poseído, pero ahora sí no contestas. Lamentablemente, esto dura una o dos semanas, hasta que vuelves a contestar sus llamadas.
Siento la necesidad de aclarar que no es una regla y que no siempre pasa esto, hay personas a las que seguramente jamás les pasó. Pero hay otras a las que sí, y han tenido que pasar por esto. Lo importante es no dejarse vencer por uno, dos o más plantones, al final siempre llega el indicado donde uno desquita todo lo anterior. Hay que disfrutar estas experiencias, gozarlas al máximo pues toda experiencia es única, creo que debemos guardar lo bueno, reírnos de lo malo y desechar todo aquello que es dañino para nosotros.